debridamiento

El debridamiento, o debridaje, es la eliminación de tejido muerto, necrosado o contaminado y de otros materiales extraños de una herida, con el objetivo de favorecer la curación, reducir la carga bacteriana y permitir la formación de tejido de granulación y epitelización. También facilita la evaluación diagnóstica de la herida.

Los métodos de debridamiento se clasifican en varias categorías. El quirúrgico o excisional elimina de forma rápida grandes áreas de necrosis o tejido infectado. El mecánico utiliza apósitos húmedos, lavados suaves o vendajes desbridantes y no es selectivo respecto del tejido sano. El enzimático aplica agentes proteolíticos tópicos que descomponen el tejido necrosado. El autolítico mantiene la herida en un medio húmedo para que las enzimas del propio organismo deshagan el tejido no viable. El biológico emplea larvas estériles que consumen tejido necrótico en heridas crónicas. También se utiliza la irrigación o hidroterapia en ciertos casos, bajo supervisión clínica.

Indica la presencia de necrosis, biopelícula, o tejido desvitalizado que impiden la curación, así como heridas crónicas, úlceras o quemaduras donde la eliminación del tejido muerto puede mejorar la evolución. La elección del método depende de la cantidad de tejido a eliminar, la vascularización de la zona, la infección y las condiciones del paciente.

Principales riesgos y consideraciones incluyen dolor, sangrado, daño a tejido sano y posible introducción de infección. Está contraindicado cuando no hay tejido necrótico, en pacientes con perfusión periférica insuficiente o coagulopatía, o cuando no es factible un manejo seguro de la herida. Tras el procedimiento, se requieren curas adecuadas, control del dolor y vigilancia de signos de infección.

El objetivo del debridamiento es optimizar el lecho de la herida para la cicatrización y reducir la necesidad de intervenciones repetidas.