motricidad

Motricidad, en un sentido amplio, se refiere a la capacidad del sistema neuromuscular para planificar, controlar y ejecutar movimientos voluntarios. Incluye la coordinación, el equilibrio, la fuerza y la precisión de las acciones, y abarca tanto las habilidades motrices gruesas como las finas. En algunos enfoques, también se considera la interacción entre motricidad, cognición y procesos afectivos, conocida como psicomotricidad.

La motricidad se divide comúnmente en dos grandes áreas: motricidad gruesa y motricidad fina. La motricidad gruesa involucra movimientos de grandes grupos musculares, como gatear, sentarse, ponerse de pie y caminar. La motricidad fina implica movimientos más detallados de manos y dedos, como agarrar, manipular objetos, recortar o escribir. Estas áreas no son independientes; se integran para realizar tareas complejas, y la práctica repetida favorece la maduración y la destreza.

Desarrollo y aprendizaje: el desarrollo motor comienza en el útero y continúa a lo largo de la infancia. En los primeros años se presentan hitos como el control de la cabeza, la deambulación y, posteriormente, la escritura y la coordinación ojo-mano. Con la edad, la motricidad se afina y se adapta a nuevas demandas, incluida la participación en actividades deportivas o laborales. La motoría también puede verse afectada por trastornos del desarrollo, lesiones o condiciones neurológicas.

Evaluación e intervención: la motricidad se evalúa mediante observación clínica y pruebas estandarizadas de desarrollo motor, realizadas por pediatras, terapeutas ocupacionales o fisioterapeutas. Las intervenciones suelen incluir fisioterapia, terapia ocupacional, programas de ejercicio adaptado y estrategias pedagógicas para promover la práctica y la autonomía en actividades diarias.