antioagulantes

Los anticoagulantes son fármacos que dificultan la coagulación de la sangre para prevenir o tratar la formación de trombos. Se utilizan para reducir el riesgo de embolias en pacientes con fibrilación auricular, tromboembolismo venoso y otras condiciones, así como en el tratamiento de la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar. Se diferencian de los antiplaquetarios, que inhiben la agregación de plaquetas en la hemostasia primaria.

Las clases principales incluyen los anticoagulantes orales, que se dividen en antagonistas de la vitamina K y anticoagulantes orales directos (DOAC). Los antagonistas de la vitamina K, como la warfarina, inhiben la síntesis de factores de coagulación II, VII, IX y X. Los DOAC inhiben directamente la trombina o el factor Xa (por ejemplo, dabigatrán, rivaroxabán, apixabán y edoxabán). Los anticoagulantes parenterales incluyen la heparina no fraccionada, las heparinas de bajo peso molecular (como la enoxaparina) y, en contextos específicos, inhibidores directos de la trombina como la argatroban o la bivalirudina.

El mecanismo de acción varía según el fármaco: los antagonistas de la vitamina K reducen la actividad de múltiples factores coagulantes; los DOAC bloquean pasos clave de la cascada de coagulación; la heparina incrementa la actividad de la antitrombina. Los efectos suelen verse en función de la dosis y del estado clínico, con necesidad de monitorización en muchos casos.

La monitorización y la reversibilidad son importantes. El warfarina requiere control del INR; la heparina se controla con aPTT o anti-Xa. Los DOACs suelen no requerir monitorización rutinaria, pero requieren evaluación de la función renal. La reversión de la anticoagulación depende del fármaco (vitamina K para warfarina, protamina para heparina, y, para DOAC, antídotos específicos en algunas situaciones).

Las indicaciones y contraindicaciones varían; la elección depende del perfil del paciente, incluyendo embarazo, función renal y presencia de válvulas mecánicas. El objetivo es equilibrar la reducción del riesgo trombótico con el riesgo de sangrado, mediante vigilancia clínica y, cuando corresponde, ajustes de dosis y planes de interrupción perioperatoria.