ansiolíticas

Los ansiolitícos son fármacos utilizados para disminuir la ansiedad y la tensión asociada a diversos trastornos, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico y la ansiedad social. Su selección depende del tipo de ansiedad, la gravedad de los síntomas y las comorbilidades del paciente. No todos los ansiolitícos actúan de la misma forma; sus mecanismos y perfiles de efectos adversos difieren de manera significativa.

La clase más conocida es la de las benzodiacepinas, que potencian la acción del ácido gamma-aminobutírico (GABA) en el receptor GABA-A. Comprenden fármacos como diazepam, alprazolam, lorazepam y clonazepam. Proporcionan alivio rápido de la ansiedad, pero su uso a largo plazo se asocia con tolerancia, dependencia y retirada, además de posibles efectos como somnolencia, ataxia y deterioro cognitivo.

Existen ansiolíticos no benzodiacepínicos, entre ellos la buspirona, que es un agonista parcial de los receptores 5-HT1A y no presenta dependencia significativa. Los antihistamínicos sedantes como la hidroxyzina también se emplean en usos puntuales. Los antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptura de serotonina y noradrenalina (IRSN), se utilizan como tratamiento de primera línea para trastornos de ansiedad de larga duración, con inicio de acción más progresivo pero menos riesgo de dependencia que las benzodiacepinas.

Otros fármacos empleados en ciertos contextos incluyen pregabalina/gabapentina y, para ansiedad situacional como la de actuación, los betabloqueantes (propranolol). La elección debe individualizarse y considerar beneficios frente a riesgos, interacciones con alcohol y posibles efectos adversos.