reflejos

Reflejos son respuestas automáticas e involuntarias a estímulos, mediadas por circuitos neuronales conocidos como arcos de reflejo. Un arco de reflejo típico consta de un receptor sensorial, una vía aferente, una central de integración en la médula espinal o en el tronco encefálico, y una vía eferente que provoca la acción del efector, normalmente un músculo esquelético o una glándula.

Los reflejos se pueden clasificar de varias maneras. Por número de sinapsis: monosinápticos (como el reflejo patelar) y polisínápticos (como el reflejo de retirada ante un dolor). Por función: somáticos, que actúan sobre músculos esqueléticos, y viscerales o autonómicos, que afectan músculos lisos o glándulas. También se distinguen entre reflejos intrínsecos, presentes desde el nacimiento, y aprendidos o condicionados con la experiencia.

Entre los ejemplos clínicos se incluyen el reflejo patelar y el de Aquiles; reflejos de retirada ante dolor, reflejos corneal y pupilar al estímulo de la luz, y la acomodación visual. En el examen neurológico se evalúan los reflejos usando un martillo y se les asigna una calificación que típicamente oscila entre 0 y 4+. Factores como edad, temperatura, fármacos y estado de vigilia pueden modificar su intensidad.

El desarrollo humano implica cambios en los reflejos: muchos reflejos primitivos presentes al nacimiento (por ejemplo, succión y prensión) desaparecen durante los primeros meses, mientras persisten otros que permiten controles voluntarios. Alteraciones en los reflejos pueden indicar patología neurológica: hiperreflexia o arreflexia señalan posibles daños en vías nerviosas, mientras la presencia de signos como Babinski sugiere disfunción de vías motoras superiores.

Además, el término reflejos también se usa en óptica para referirse a la reflexión de la luz en superficies.