metamórficos

Las rocas metamórficas son rocas formadas por el metamorfismo, un proceso geológico en el que rocas preexistentes (protolitos) experimentan cambios mineralógicos y estructurales debido a aumentos de temperatura y presión, y a la acción de fluidos químicos, manteniéndose sólidas. A diferencia de las rocas ígneas o sedimentarias, las metamórficas no funden completamente; suelen recristalizar, metamorfosear minerales y deformarse.

El metamorfismo ocurre en varios escenarios tectónicos: regional, relacionado con el calentamiento y la compresión en cinturones orogénicos; de contacto, cuando las rocas quedan próximas a intrusiones ígneas; y subducional, a altas presiones relativamente bajas temperaturas. También puede deberse a fluidos hidrotermales o, en impactos cósmicos, a metamorfismo de choque.

Las rocas metamórficas se clasifican según su textura en foliadas y no foliadas. Las foliadas muestran una alineación de minerales platy o elongados (pizarra, filita, esquisto y gneis). Las no foliadas carecen de esa orientación y se originan en ambientes de calor o presión poco direccional (mármol, cuarcita y hornfels). El grado de metamorfismo se infiere por minerales índice como clorita (bajo), biotita, granate y estaurolita o cianita y sillimanita (alto).

Ejemplos típicos: pizarra, filita, esquisto, gneis y migmatita; mármol, cuarcita y hornfels. Las rocas metamórficas proporcionan pistas sobre la historia geológica de regiones tectónicas y pueden servir como piedra de construcción y fuente de recursos minerales.