cráter

Un cráter es una depresión circular o elíptica que aparece en la superficie de la Tierra, la Luna y otros cuerpos del sistema solar. Su origen puede ser de impacto, cuando un objeto externo choca contra la superficie, o volcánico, cuando se forma por actividad eruptiva o por colapso de una cámara magmática. En muchos cuerpos planetarios, los cráteres conservan rasgos distintivos que permiten estudiar su historia geológica.

Existen principalmente dos tipos de cráteres: de impacto y volcánicos. Los de impacto se forman por la colisión de un cuerpo espacial a alta velocidad con la superficie. Los volcánicos resultan de erupciones que dejan un cráter alrededor de un volcán o por colapso de la cámara magmática, dando lugar a calderas.

En los cráteres de impacto, la formación transitoria crea una cavidad que luego se ensancha por excavación y el rebote del suelo, dejando un borde elevado y, en cráteres grandes, un piso relativamente plano con un pico central. Los cráteres simples son redondos y relativamente profundos; en los complejos, de mayor tamaño, aparecen terrazas en las paredes, un piso más ancho y, a menudo, uno o varios picos centrales. La relación profundidad–diámetro varía: en cráteres simples suele ser cercana a 0,2, mientras que en los complejos es menor.

El aspecto de un cráter cambia con el tiempo. La erosión, la sedimentación, la lava o el hielo pueden rellenarlo o borrar rasgos, y la presencia de ejecta puede rodearlo. En cuerpos con atmósfera débil o ausente, los cráteres se conservan mejor.

Las cráteres son herramientas clave en la geología planetaria. El recuento de cráteres y su estado de conservación permiten estimar la edad relativa de las superficies. Ejemplos destacados incluyen Chicxulub en la península de Yucatán, el cráter Barringer en Arizona y Tycho en la Luna.