Proterozoico

El Proterozoico es el eón geológico que sigue al Arcaico y precede al Paleozoico, abarcando aproximadamente desde 2,5 mil millones de años atrás hasta 541 millones de años atrás. Es la fase más larga de la historia de la Tierra y se caracteriza por importantes cambios en la geología y la biología. Se divide comúnmente en Paleoproterozoico, Mesoproterozoico y Neoproterozoico.

Durante el Paleoproterozoico se consolidó la corteza continental básica y ocurrieron eventos atmosféricos clave, como la Gran Oxigenación, que aumentó significativamente el oxígeno disponible y permitió nuevas formas de metabolismo. En esta época aparecieron también los primeros indicadores de eucariotas y estructuras biológicas simples.

El Mesoproterozoico es una etapa de reorganización de la corteza y del desarrollo de la vida microbiana compleja. Aunque su registro fósil es más escaso, se asocian avances en la biología celular y en la complejidad metabólica.

El Neoproterozoico concluye el Proterozoico y dio lugar al Paleozóico. En este intervalo se produjeron importantes avances biológicos, como el surgimiento de multicelulares y el desarrollo de ecosistemas más complejos, además de grandes cambios climáticos, incluyendo glaciaciones extensas que algunos científicos vinculan con eventos de “Tierra-Bola de Nieve”. Hacia el final del Neoproterozoico aparecieron los primeros organismos con rasgos corporales mayores y, aproximadamente, al inicio del Phanerozoico, se produjo la explosión de vida en los océanos.

En la tectónica de placas, se formaron y reconfiguraron grandes supercontinentes durante el Proterozoico, con ciclos de unión y fragmentación que influyeron en el paisaje geológico y en la biodiversidad de la época. En conjunto, el Proterozoico sienta las bases de la atmósfera actual, la biosfera y la configuración continental que caracterizan la Tierra moderna.